Busco, con el último rayo de sol,
el refugio de la espuma blanca.
Nadie recoge ya piedras de colores
en la arena mojada
y un soplo de oscuridad brota de mi interior
cubriéndome la piel de un delirio insoportable.
Se apaga el sol a mitad de la mañana
y la piel helada no siente el acero que acaricia mis entrañas.
Extraños seres entran en mí
profanándome
y la vida corre lentamente
regando paisajes enterrados.
No temo a dios ni a la noche.
Temo sólo olvidar vuestras palabras,
perder mi reflejo en tus pupilas
y que la niebla que ahora habita en la montaña
baje hasta mis pies.
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