La historia del niño que nunca aprendió a ponerse los zapatos
I.
Algunas vidas después de aquel episodio,
la imagen del niño triste que se esconde de todo y de todos,
reaparece rodeado de eternos desconocidos.
Intento una vez y otra mantener mis pasos dentro del viejo camino,
recorro cada nueva luz de la mañana buscando, sin éxito,
traer a la memoria aquellas historias nunca contadas.
¿Acaso estabas allí?
La nueva dimensión pierde su medida,
prohibiendo incompasible recuperar lo perdido.
¡Cuántas oportunidades despreciadas!
Antiguas técnicas admiradas debieron ser aprendidas
y podrían ahora ser utilizadas para rescatar de lo profundo
lo que nunca contamos,
aquello que no vemos reflejado en la imagen de cristal,
definición de lo sospechado,
verdad cruel.
¡Cuánto esfuerzo por explicar lo inexplicable!
Siendo lo inexplicable aquello que no quisimos creer,
aquello que de ser creído por los antiguos sabios,
habría provocado
la ira irremediable de los poderosos,
el castigo implacable de los admirados,
la condena eterna de los benditos.
¡Cuántas oportunidades despreciadas!
Asomado ahora a la boca del volcán,
presiento que aquello que nunca aprendí
arde sin remedio bajo tus pies desnudos
y es mi piel la que sufre las heridas.
Las dependencias de nuestra casa olvidada,
vacías al anochecer,
aún atesoran aquellos manuscritos
donde, con palabras sencillas, me explicabas
como ponerme los zapatos.
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