He escrito tanta inútil cosa sin descubrirme, sin dar conmigo.

"He escrito tanta inútil cosa sin descubrirme, sin dar conmigo"

Silvio Rodríguez


jueves, 22 de diciembre de 2016

La historia del niño que nunca aprendió a ponerse los zapatos

II.

Nada.
Esa debió ser la respuesta cuando me preguntaste:
¿Qué te dicen las olas?
El roce perseguido de tus dedos era suficiente.
Y te mentí.

Después vinieron aquellos días de luz inacabable
y tú confirmaste, sólo con una sonrisa, su presagio,
y el vómito de sangre que brotó del cráneo de sapo
bautizó finalmente todas las palabras.

Llegaron los perseguidos
manchando de falsos colores el lienzo que compartimos
y de nuevo destruí  los templos donde a menudo cobijé mi alma.

Han transcurrido los años
y las máscaras enterradas escriben las viejas historias
haciendo que cada anochecer aparezca más lejano el reflejo de tu sombra.

¿Qué queda de aquellos refugios?

Defendí mi sexo
enterrándolo dentro de ella
como quien defiende su tesoro maldito
y las hijas del viejo hechicero tampoco lograron encontrarlo.

Atesoré las retinas de los peces capturados
en las inaccesibles lagunas de la cumbre
y permanecí oculto durante años
esperando que pasaran todos mis enemigos.

Deseé hasta el infinito
que el ritmo de los tambores pulsara de nuevo
llevando a tierras lejanas el mensaje secreto.

Sacrifiqué todo lo valioso.

Y me maldigo.

Y maldigo a las estrellas que no consiguieron caer
y maldigo al bosque nevado que guardará las pisadas descalzas del que huía
y maldigo a las olas que callaron aquel día y para siempre
y me maldigo.

lunes, 5 de diciembre de 2016

La historia del niño que nunca aprendió a ponerse los zapatos

I.

Algunas vidas después de aquel episodio,
la imagen del niño triste que se esconde de todo y de todos,
reaparece rodeado de eternos desconocidos.

Intento una vez y otra mantener mis pasos dentro del viejo camino,
recorro cada nueva luz de la mañana buscando, sin éxito,
traer a la memoria aquellas historias nunca contadas.

¿Acaso estabas allí?

La nueva dimensión pierde su medida,
prohibiendo incompasible recuperar lo perdido.

¡Cuántas oportunidades despreciadas!

Antiguas técnicas admiradas debieron ser aprendidas
y podrían ahora ser utilizadas para rescatar de lo profundo
lo que nunca contamos,
aquello que no vemos reflejado en la imagen de cristal,
definición de lo sospechado,
verdad cruel.

¡Cuánto esfuerzo por explicar lo inexplicable!

Siendo lo inexplicable aquello que no quisimos creer,
aquello que de ser creído por los antiguos sabios,
habría provocado
la ira irremediable de los poderosos,
el castigo implacable de los admirados,
la condena eterna de los benditos.

¡Cuántas oportunidades despreciadas!

Asomado ahora a la boca del volcán,
presiento que aquello que nunca aprendí
arde sin remedio bajo tus pies desnudos
y es mi piel la que sufre las heridas.

Las dependencias de nuestra casa olvidada,
vacías al anochecer,
aún atesoran aquellos manuscritos
donde, con palabras sencillas, me explicabas
como ponerme los zapatos.