La vida se me escapa
a lomos de ese extraño animal mercenario
que huye hundiéndose en el bosque.
¡Cazadlo, cazadlo!
El rastro de savia se pierde en el camino,
y con él mi esperanza.
Cae la noche sobre los vigilantes,
ya pronto no estaré.
Dulce néctar sobre mis labios,
alimento eterno,
fin de la memoria.
Olvidado espejo bajo la arena
que corta la imagen en mil pedazos
un dios desolado derrama luz
tu y yo no estamos.
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